Confieso, que a mis cortos 6 o 7, fui fan número 1 de la mujer maravilla, hasta mi mamá me acolito el disfraz de halloween, su delicada trusa ochentera, y su belleza femenina inigualable y ni que hablar de sus poderes recursivos para resolver cualquier problema, debo decir que a ella le debo las rodillas peladas y uno que otro totazo jugando a ser como ella.
En la adolescencia, intenté entenderla un poco más e incluso imitarla. En esa época uno no tiene noción del tiempo. Duerme siglos, rumbea horas y estudia segundos. Cuando iba a salir, en vez de medirme el clóset entero, por la inseguridad propia de la edad, intenté más de una vez ponerme cualquier cosa debajo del uniforme, y aprender a dar la vuelta en mi propio eje para quedar lista… Fui un vil mamarracho, que en vez de contornear la figura quedaba cual mecha de caballo espelucada y llena de chiros multicolores que no combinaban.
Ahora que soy adulta, aunque no madura, afortunadamente, tengo la plena certeza de que todas llevamos a esa Mujer Maravilla en nuestro interior. Puede que no nos vistamos igual que ella, pero saltamos de un lado a otro para cumplir nuestros compromisos, en segundos cambiamos como camaleones para salir de un curso de cocina (desastroso) a un cóctel de la empresa (en tacones y bien arregladas), con una soga amarramos las responsabilidades, somos inagotables y no le tenemos miedo a ningún villano ni de tira cómica, nos enfrentamos a monstruos come galletas, a villanas ilusas y convencidas de un estereotipo llamado «las bendecidas”», somos luchadoras del buen comer y el orden en potencia.
La mujer de hoy, que lucha por encontrar el equilibrio entre el ámbito profesional y el emocional, que es multifacética y multifuncional, lo mínimo que necesita para sentirse completa es un superhéroe. Pocos hombres dan la talla frente a la mujer contemporánea.
Es difícil ser mujer y enfrentar el duro camino de elegir sus prioridades sin ser juzgada. En ellos socialmente muchas cosas están avaladas. En nosotras, en cambio, las posiciones que asumimos deben ser argumentadas para que no corramos el riesgo de que aparezcan tres cerditos y nos desbaraten todo lo que hemos construido de un solo soplo.
Debemos multiplicarnos y cumplir con todo a cabalidad. A Cenicienta por lo menos el ajetreo se le acababa a las doce. A nosotras, no. Somos 24/7. Nuestro espíritu de lucha no tiene límites. Quisiéramos por momentos tirarlo todo y descansar como La Bella Durmiente, pero al final de la historia y a pesar de todas nuestras ocupaciones laborales, lo único que en el fondo buscamos es a quién tirarle la trenza por el balcón, como Rapunzel, para que nos proteja y comparta nuestro castillo y la media cama. Ningún cuento es real, excepto el que uno mismo crea.
Mujer convencional, mujer contemporánea, mujer altruista, mujer ingrata, mujer y al fin y al cabo, sin nosotras sería muy aburrida la vida, quien jodería por el reguero de la casa, quien los levantaría temprano, quien les haría el aseo, quien ¿quién? si no nosotras… y ¡Que orgullo ser mujer!.
Autora: Marcela Villamarín
como sabemos que te han eacnntado las ilustraciones Todas somos Wonder del faltimo post y que te emocionf3 Triste1n en el viento, creamos un sorteo expre9s para que puedas tener las dos