Creo que todas las niñas en algún momento de nuestra infancia hemos querido ser tan «perfectas» como la muñeca de mattel, y a estas alturas de siglo muchas lo han logrado, con cirugía plástica, una dieta estricta y constantes rutinas de ejercicio que han moldeado su figura tal cual como la de la muñeca más famosa de toda la historia. La Barbie.
Pero bien, leyendo sobre Valeria Lukyanova, Kota Koti y otras niñas que han logrado obtener el título de ‘Barbies’ por su aspecto físico, me doy cuenta de que no quisiera ser como ellas…
Ser una Barbie implica dejar de ser yo misma, y ese es el error principal que muchas chicas cometen por querer agradar a la sociedad; no somos muñecas por nuestro físico, somos muñecas por nuestra ternura, por la decencia, por la dulzura que emanan nuestras miradas. Somos muñecas por la delicadeza de nuestro caminar, por hablar como damas, por vestirnos como tal. ¿Entonces para que querer ser como una muñeca de plástico?
Chicas: Nosotras somos una creación inigualable, muñecas de carne y hueso que al igual que la Barbie, podemos escoger la profesión que deseemos, enamorar al chico que queramos y vivir la vida al máximo sin necesidad de ser perfectas. Nuestra perfección se encuentra en la sonrisa que desprenden nuestros labios, no en las medidas de nuestro cuerpo.
Yo quiero ser una mujer de verdad; de esas que no se preocupan por tener ojos imaginarios, cintura de avispa ni un cabello rubio y largo como el de una princesa, yo solo quiero ser yo misma. Quiero demostrarle a la sociedad que puedo ser lo que quiero ser sin necesidad de aparentar, quiero ser feliz. Ser una Barbie sería hermoso, pero aún mas hermoso es ser una chica común y corriente; que no se preocupe si se ve despeinada o se subió dos kilos, finalmente eso nos hace bellas… ¡Ser nosotras mismas!