Te amo, te amo tanto como para haber aguantado tus desplantes, tus malos ratos, tu días grises cuando lo menos que te importaba era compartir conmigo. Siempre me diste una y mil razones para alejarme de ti, aún así yo siempre buscaba una excusa, una excusa para sonreír, para abrazarte y para quedarme a tu lado… Ese lado en donde nunca encontré la verdadera tranquilidad, por el contrario, hallé mucha incertidumbre, tristeza y hasta temor.
Te amé tanto como para llegar a pensar que el amor que yo sentía alcanzaría para los dos, para hacernos felices, para darnos lo que tanto pedíamos a la vida, pero a quien voy a engañar cuando ya no es así, mi amor por ti se ha ido desvaneciendo tal y como desvanecen las gotas de lluvia al caer al suelo, desvaneció porque me cansé de conservarlo, me cansé de ser la única que se preocupaba porque las cosas funcionaran.
Perdoné tus fracasos y alabé tus triunfos como si fueran míos, me alejé de la vida, aparté a mis amigos y hasta tuve enemigos por tu culpa y no me importaba, pues pasara lo que pasara yo siempre estaría contigo… O bueno, eso pensaba hasta que descubrí que no eras el héroe que yo pensaba.
Todo ha terminado, no solo mi amor, sino mi confianza, mis ganas de seguir adelante y pienso que es mejor decir adiós; no solo por tus errores sino porque soy una buena mujer y no merezco que nadie me engañe, y mucho menos tu. Siempre pensé que las fallas se podían solucionar siempre y cuando me respetaras pero ahora que me entero que te quedó grande honrar mi nombre y quererme solo a mi, sé que decir adiós es la mejor decisión.
Puedo perdonarte, puedo intentarlo una vez más… Pero he decidido no perder mi tiempo. Quien no te valora, no te merece, pues no es cuestión de recuperar lo perdido, sino de luchar para que eso que supuestamente amas nunca se vaya…
¡Adiós!