«Y no porque tenga un corazón de piedra o porque mis sentimientos no den para ello, todo lo contrario: Yo no puedo perdonarte precisamente por lo mismo; porque mi corazón es puro y mi alma demasiado transparente como para admitir en mi vida los errores de los demás.
También he cometido los míos, pero a mi perjuicio o beneficio han sido solo míos, me he percatado muy bien de no lastimar a nadie con ellos, así que ahora que tu lo haz hecho conmigo no puedo, simplemente no puedo perdonarte.
El perdón de corazón debe ser aquel que se da con disponibilidad, aquel que cuando la tormenta pase quedará y te hará sentir que por encima de las fallas estás todavía ahí, y no, yo realmente no puedo. No puedo perdonarte y esperar a que el tiempo sane las heridas, a que los recuerdos ya no duelan, a tener que esperarte cada noche volver a casa con una sonrisa cuando ciertamente ya no la mereces.
Para muchos es egoísmo, para mi es amor propio, pues al no perdonarte me libero de cargar en mis hombros una tristeza diaria de tener que verte y abrazarte como si jamás me hubieses hecho daño, cuando fueron tantas las lágrimas que lloré en tu nombre, esas mismas que tu mismo viste e ignoraste por seguir adelante con tu error.
Ya no estés arrepentido, no me hace bien que estés aquí, al final podría perdonarte pero jamás volver a tu lado, así que ahórrate cada una de las disculpas que a decir verdad no me sirven después de haberte hecho tantas preguntas y que tu no me pudieras contestar.
No puedo perdonarte, simplemente porque valgo más que esta relación. Porque me amo a mi misma, porque merezco ser feliz y si sigo contigo, si te perdono me quitaré la oportunidad de conocer a alguien que me ame y me valore de verdad.»
