Y justo en ese momento en el que ya no creía en el amor llegaste tú, con tu mirada angelical, con tus sonrisas inesperadas, con tus poemas de madrugada y yo pensé que todo estaría bien… Justo ahí cuando ya había perdido la ilusión de ser feliz al lado de un hombre caigo en la cuenta de que no siempre es bueno cerrar el corazón y que todos tenemos derecho a ilusionarnos de alguna manera aún cuando no estemos seguros de que sucederá.
Empezamos a hablar, día de por medio, después a diario y luego ya sin darnos cuenta lo hacíamos en cada segundo de nuestra existencia. Era hermoso sonreír por su causa pues no había nada que me pusiera más feliz que pensar en que estaba despertando sensaciones increíbles en otra persona.
Mi vida, mi cielo, princesa… Eran de las cuantas palabras que usabas para hacerme sonrojar, y me acostumbré tanto a escucharlas que olvidé como era mi existencia antes de ti; ¡Que grave error! Error que sin darme cuenta crecía todos los días dentro de mi pecho, haciéndome sentir viva pero engañada.
Esperar tu mensaje de buenos días y tus llamadas a altas horas de la noche deseandome lindos sueños son de las cosas más hermosas que me sucedían mientras me conquistabas, que lastima haber perdido tanto corazón por ti, no sabes cuando me arrepiento de descubrir que le había mostrado mi alma a una mentira, a un ser arrogante y egoísta que solo pretendía ilusionarme para luego salir corriendo como si yo fuera cualquier cosa sin sentimientos.
Todo fue una mentira, sus besos, sus abrazos, su supuesto amor. La peor mentira, de la cual hoy me encuentro arrepentida, pues aunque aprendí a no confiar en palabras bonitas hoy me duele la ingenuidad con la que entregué mi corazón.