Tristemente la vida no es perfecta, y todos tarde o temprano atravesamos por situaciones que se salen de los parámetros normales a los que nuestra vida se ha acostumbrado y no sabemos cómo reaccionar ante ello, hasta que en ocasiones terminamos haciendo cosas que al momento son la solución más fácil, pero a su tiempo se convierten en la peor decisión tomada por nosotros para los demás.
Así como le sucedió a él, él mi hombre perfecto aquel que desde que me vio llegar al mundo me abrazó y cobijó como si fuera mi padre, él que lo daba todo por ver felices a quienes amaba, él que era un vivo ejemplo de nobleza, de serenidad, él era y siempre será mi hombre ideal.
Agobiado por la incertidumbre, las dudas y muchas otras inconsistencias de la vida decidió tomar sus maletas y emprender un viaje a donde nadie más podría acompañarlo; un viaje sin retorno de donde jamás regresaría, un largo viaje, una partida que no dejó tiempo ni siquiera de decir adiós.
Y así fue, te fuiste sin decir adiós, te fuiste porque fue tu decisión y la respeto… Porque a decir verdad no entiendo si fuiste muy valiente o de lo contrario muy cobarde por hacerlo, aún así no tengo palabras que te puedan juzgar, solo tengo gracias a Dios y a la vida por haberte dejado tanto tiempo a mi lado, por conocerte, por disfrutarte durante esos hermosos días cuando más te necesitaba.
Te fuiste sin decir adiós, y me queda un enorme vacío por no haberte podido dar un último abrazo, un último te quiero; solo me consuela saber que tu lo sentías, que sabías lo mucho que te amaba aún cuando no podía estar siempre a tu lado. Con tantas preguntas y tan pocas respuestas solo sé que te fuiste, y que ya no volverás; sin juzgarte y con mi manera inmensa de extrañarte quiero que sepas que fuiste, eres y serás el mejor hombre del mundo, de mi mundo.
