Salir de la rutina, tomar los audífonos y conectarlos a mis oídos mientras me desconecto del mundo es la mejor manera que encuentro en pleno siglo XXI para ser feliz. No hay internet, celular o aparato electrónico que supere lo delicioso que es ponerse a escuchar música, aún más cuando los ánimos no son los más agradables y alrededor solo tenemos monotonía y distracción que no nos permite hacer las cosas que tanto necesitamos en tiempo real.
Escuchar música, es quizá, el arma más letal que tiene la humanidad, pues para nadie es un secreto que quien crea música inspira, tranquiliza, pero sobre todo emociona, y esas emociones sin importar si son para bien o para mal son las que nos pueden sacar adelante, ya depende es de las circunstancias con que se mire el panorama.
Lo mejor de la música es poder concentrarse en aquello que quiere trasmitir, es saber que no solo son un par de palabras compuestas en una melodía, sino que también llevan un mensaje y una reflexión según el tipo que la adapte y quien sea que la escuche, pues como ya sabemos la belleza al igual que la música es relativo, pues no todo lo que a unos gusta a otro también le puede suceder.
La música es desahogo, tranquilidad, la música cautiva, desarrolla nuestras emociones, los juegos motrices son más dinámicos gracias a ello y sobre todo afianza muchísimo más nuestra memoria, pues cada vez que escuchamos melodía y la asociamos al fenómeno musical, estamos abriendo un poco de espacio al cerebro para que este se pueda desarrollar.
Hacer música no es una ciencia, pero realmente es un arte; pues no todos tienen la oportunidad de pertenecer a este mundo o trabajar para ello, los que sí sabrán que ser músico tiene más trabajo que cualquier otra profesión, pues si bien no se necesita de mucho, pero con lo poco tendrás que hacer sonreír.