Antes que conseguir un buen carro o llenar de lujos la casa, el mayor deseo que tienen las parejas enamoradas es formar un hogar, un hogar que no solo tenga un techo, sino que tenga amor, travesuras, sonrisas… Un hogar bendecido por hijos.
Lamentablemente no todas las parejas tienen la fortuna de concebir naturalmente, por lo que se ven obligadas a buscar otro tipo de métodos para poder llevar hijos a su hogar, como la inseminación artificial u otros que los avances tecnológicos proponen para dar la oportunidad de ser padres biológicos.
Cuando los intentos mencionados anteriormente fallan, no todo se ha perdido, pues se abre un camino de luz que no solo ha de brillar para aquellos que desean desde lo más profundo de su corazón ser padres, sino para los niños que han quedado huérfanos, que han sido abandonados o que simplemente no han nacido en un hogar amoroso que valore su presencia… ¡La adopción!
Adoptar un bebé es el acto más valiente y noble que puede hacer un ser humano, pues es darle la oportunidad a alguien ajeno a nuestra sangre de ser feliz bajo nuestro regazo, bajo nuestro mismo pecho; es regalar felicidad a quien no fue victorioso con su familia biológica.
Adoptar un bebé es crear un lazo afectivo para toda la vida que se ha de ver recompensado el día en que pase de ser un niño a ser un gran hombre agradecido por tanto amor y cuidado que se le ha brindado; además, para las mujeres es la mejor manera de conservar el cuerpo y mantener viva la llama del corazón.
Entre otras ventajas está la tranquilidad que sientes al brindarle protección a un pequeño que lo necesita, es sonreír a diario de saber que aunque Dios no te concedió la bendición de concebir, te ha dado el regalo de escoger a la personita que alegrará tus días por el resto de tu vida…