«Sentía mucha vergüenza de decirlo por lo que prefería mentir a contestar a sus invitaciones un ‘no sé bailar’… Y así comienza mi historia:
Desde niña quise ser reina, modelo y en últimas bailarina, pero nada de eso se me dio, por el contrario, crecí en casa, rodeada de papá y mamá, estudiando y viendo como el sol aparecía de mañanita por mi ventana y como la luna asomaba al anochecer; no me interesó nunca darme cuenta que estaba perdiendo tiempo valioso de mi juventud hasta que conocí el amor y con él la necesidad de salir, de conocer y de ¡bailar!
Fue en ese momento donde empezó mi problema, pues cuando él quiso acercarse a mi e invitarme a bailar fui tan cobarde para admitir que no sabía hacerlo y preferí decir que simplemente no me interesaba andar en la calle los fines de semana. ¡Que tontas somos las chicas! Cuando tenemos miedo a decir la verdad, por lo que nos escudamos en afirmaciones vanas e increíbles para cubrir una realidad que no tiene nada de malo aceptar.
Tal vez hubiese sido más fácil si le cuento a mi chico que no sé bailar, pues con un poco de suerte hasta me habría enseñado a hacerlo, pero no fue así, por el contrario, se aburrió de mis excusas y finalmente se marchó y oh curiosidad, me he quedado de nuevo sola, amargada y tiesa pues ni así he aprendido a bailar… Ojalá y algún día no muy tarde sea capaz de afrontar mis miedos, aunque sea delante de un espejo y así demostrar que realmente si llevo una gran bailarina dentro».
Chicas, leen lo que le pasó a nuestra amiga? Todo por miedo, pena de enfrentar su realidad… No seamos como ella, que esto nos sirva de reflexión para entender que las mujeres nacimos no solo para triunfar sino para ser felices y la única manera de lograrlo es demostrándonos a si mismas que somos capaces.
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