«Ella era una excelente mujer, todos los días se levantaba muy temprano a prepararnos el desayuno a todos, se duchaba y como si no fuera suficiente lo que nos había dado, con mucha agilidad y rapidez encendía la estufa y continuaba con el almuerzo, ese que dejaba listo desde la mañana para poderse marchar con tranquilidad al trabajo mientras mis hermanitos y yo apenas nos levantábamos para ir a la escuela… Recuerdo mucho esas épocas.
Era una guerrera, o bueno, así la veía yo, pues aunque nos dejaba casi que a nuestra suerte todo el día yo siempre quise ser como ella, fuerte, berraca y decidida, como ella que nunca le hizo falta un hombre para ser una gran mujer.
Supo como sacarnos adelante a todos, desde Gabriela y Santi, hasta Ferchis que era el mayor, y ni hablar de mi que siempre fui su consentida; definitivamente mamá era mi gran ejemplo.
La vida es dura, definitivamente es dura, pero yo no entendía eso, aunque la amaba con mi vida, cuando mamá me regañaba yo pensaba cosas horribles sobre ella, le gritaba y hasta aveces miraba al cielo maldiciendo sin darme cuenta de que ella tenía razón, de que ella también tenía derecho a estresarse, a no querer continuar y yo debía ayudarle.
Pero no lo entendí, no lo entendí sino hasta ahora cuando ya estoy grande, cuando ya me aproveche de todo lo que pudo darme y nunca le retribuí, ahora cuando mami no sólo está cansada sino también triste por su enfermedad, si, así es… Mamá ya no es la misma de antes y me duele saber que pudo ser diferente… Ahora miro al cielo y ya no maldigo, por el contrario, ofrezco una bendición al universo por cada día que me permite pasar a su lado, pues no siempre se tiene la fortuna de crecer con mamita al lado.
Ella es mi vida, mi motor para ser yo, para ser feliz, para sonreír aún cuando ya no la pueda ver de pie como antes… ¡Cómo Te Amo mamá! Siento mucho no haber sido la hija perfecta, pero por lo menos prometo que nunca te he de abandonar».