Generalmente cuando hablamos de la vida se nos llenan los ojos de ilusión, pues siempre pensamos en el nacimiento de un bebé, la llegada de un nuevo miembro al hogar, un matrimonio, un bautizo, o la celebración de un cumpleaños y eso nos hace felices, sin embargo lo que no logramos entender es que la muerte también hace parte de la vida y es necesario verla de esta manera para entender el momento en el que sucede.
Mencionar la muerte es atraer malas energías, malos pensamientos y otra serie de amarguras que solo vienen a nuestra mente cuando pensamos en que alguien ha fallecido o que un familiar está enfermo o tal vez cuando vemos que han habido accidentes mortales, por lo que nos llenamos de angustia y ni siquiera sabemos como lo debemos afrontar. Sin embargo, hoy he vencido todos esos paradigmas para hablar acerca de la muerte, y es que no hay porque tener miedo si finalmente ella también forma parte de nuestra vida.
No tengo muy claro que es lo que sucede cuando alguien muere, solo sé que cambia de forma física y presencial para convertirse en espíritu y abandonarnos en cuerpo para quedarse para siempre entre nosotros en recuerdos y buena vibra que es lo único que deberíamos pensar cuando suceden este tipo de adversidades.
La vida no es fácil… Y mucho menos la muerte lo es, finalmente nadie está preparado para ver como se desvanece ante sus ojos el ser que más ha amado, el amigo con el que más ha compartido, el padre, el abuelo, el hermano que quisiéramos que nos acompañara hasta viejitos; sin embargo es cuestión de emociones y fortaleza enfrentar este tipo de episodios, aceptar que todos vamos a llegar al mismo destino hace que sea un poco más fácil de llevar lo que se viene de ese momento en adelante.
Orar, recordar, extrañar, son las únicas maneras que existen para nunca olvidar a los que ya partieron de este mundo, jamás abandonar la esperanza de un reencuentro con ellos es el mayor alivio que podemos sentir, finalmente “polvo somos y en polvo nos convertiremos”.
