Dicen que las mujeres nacimos con el gen del hogar en la sangre, ese que nos incita a ser ordenadas, a tener siempre limpia la casa, a desear ser mamás y se supone que hasta a cocinar; sin embargo creo que a mi ese me lo quedaron debiendo, pues considero que no soy buena en ninguna de las actividades que he mencionado con anterioridad, y bueno, supongo que no pasa nada, pues nadie me obligará a tener hijos si no tengo vocación de mamá, ni mucho menos me dirá que tengo que hacer con mi ropa o cada cuanto arreglar mi cuarto, así que estas cosas son pasables; sin embargo cuando esté sola, completamente sola sabré que a pesar de no ser una estrella en el hogar, lo mínimo que debo saber es cocinar.
Realmente no hay nada más triste que tener comida en casa y no saber como prepararla, lo digo por experiencia porque soy quien menos se ha preocupado por conocer más a fondo las bondades de la cocina casera, por lo tanto he tenido que pasar por bastantes chascarrillos, intentando no morir de hambre cuando todos han salido de casa.
Es esencial saber por lo menos hervir agua, sofreír un guiso, vaporar unas verduras… Hacer una carne sudada, una pechuga a la plancha o unas sencillas pastas con atún; este puede ser el menú mientras aprendemos a hacer algo más elaborado, como por ejemplo una deliciosa bandeja paisa, un ajiaco santafereño o simplemente unas costillitas de cerdo en salsa bbq, que supongo no es difícil, solo es cuestión de práctica y amor.
Por todo esto te aconsejo que cuando tengas a mamá cerca trates de seguir uno a uno sus pasos, entiende lo que ella hace y recuerda el amor que le pone a su sazón para que le quede tan deliciosa la comida; así mismo, puedes valerte de las ayudas que te ofrece la internet y así entender que cocinar no es difícil pero morir de inanición sí es muy fácil.
