Yo era una de las que pensaba que tener bebés era mucho más hermoso si llegaban de sorpresa, pues la idea de que la noticia me tomara desprevenida me parecía genial… La angustia por un retraso, las ansias de una prueba de embarazo y sobretodo el positivo de las dos rayitas me hacían soñar con ese inesperado, sin embargo, ahora que soy más consciente y pensante me doy cuenta que es mejor decirle ¡NO! A los bebés sorpresa…
Un hijo es una bendición pero también es una responsabilidad para toda la vida, por lo que no puede esperarse en cualquier momento, todo lo contrario: Los bebés deben planearse, pensarse y sobretodo ser deseados por una familia pues no es posible escoger el padre de tus pequeños a la ligera y menos cuando tu vida amorosa ha sido inestable.
Un bebé debe ser una decisión y es recomendable planearlo para así reducir inconvenientes, pues no es sólo la crianza, sino también la estabilidad económica que debe haber para el momento de su llegada, la buena relación que debe existir entre padres y sobretodo la disposición para recibir en casa a un nuevo miembro de la familia.
Los bebés sorpresa también son bendición, pero sin lugar a dudas complican un poco más nuestra vida pues su llegada hace que no sólo cambie nuestro cuerpo, sino también nuestros hábitos, nuestra casa, nuestro bolsillo y sobretodo: Nuestra alma.
Un hijo se lo merece todo y esto sólo será posible si eres consciente de su llegada, pues ya conoces tu vida y sabrás cual es el mejor momento para elegir ser mamá, pues no es lo mismo que un desliz de adolescencia se convierta en una bendición mientras tienes que todos los días tienes que pedirle al cielo ayuda para poder continuar con tu vida; a que un pequeñín llegue a causa del amor, cuando tu propia vida ya esté resuelta y tus años te hayan dado la madurez suficiente para hacerte responsable de una nueva vida.