6:00 a.m suena el despertador, es miércoles, el ombligo de la semana, entonces lo apago y me doy la vuelta para dormir un poquito más hasta que caigo en la cuenta de que hoy, miércoles es el mejor día de la semana porque es mi clase especial… De un brinco caigo a la ducha, empiezo a cantar con ilusión, disfruto del baño y salgo con toda la energía que puedan imaginar, sencillamente porque ahora la escuela se convirtió en mi lugar favorito; y no precisamente por lo mucho que me guste estudiar, sino porque descubrí que hay algo más que me hace sentir que estar allá es como llegar a un segundo hogar.
De un tiempo para acá, leer sobre esos temas que antes no me gustaban me emociona, participar en clase, y sobretodo ver como explica uno a uno los items de la clase en los que es experto… Eso realmente me paraliza, siento que me enloquece.
Plancha para el pelo, maquillaje, ropa ajustada, ojos de picarona y unas buenas piernas es lo único que necesito para ir a su clase, y aunque se que no se fijará en mi, me conformo con que al mirarme sonría, con que me pregunte y yo sepa siempre la respuesta, me conformo con ser la destacada de la clase, aquella niña de mirada dulce que puede envolverlo con sabiduría y conocimientos…
No se como sucedió, pero me acabo de dar cuenta de que me estoy enamorando, enamorando de mi maestro: un hombre noble, inteligente, mayor… Al que las canas no le esconden lo guapo que es, al que la sonrisa le queda tan bien que me eleva la imaginación al 200%
No se si quisiera que se enterara, o si guardar el secreto es mejor, finalmente ese amor platónico que siento lo único que alimenta es una ilusión a la que por más de que sueñe a diario no ha de salir de este corazón.
¡Que bonito es estudiar carajo!