«Vivir es lo más peligroso que tiene la vida», dice una canción de Alejandro Sanz y realmente tiene mucha razón pues disfrutar de la vida es quizá la prueba más dura que tiene ella misma para nosotros.
La vida es dura y comienza desde el momento en el que nacemos, cuando nuestra madre da a luz y vemos por primera vez el mundo con nuestros ojos sentimos miedo, pero gracias a ello es que abrimos los pulmones y entre el asombro y la incertidumbre empezamos ese camino extenso pero hermoso que llamamos vida.
Una vez niños, jugando a ser grandes nos encontramos con los primeros amigos, con la escuela, las tareas y el poder de nuestros padres que pretenden siempre estar a la vanguardia de nuestras decisiones, pues según ellos aun dependemos de su palabra…
Que época más hermosa esa de la niñez, cerrar los ojos no solo para dormir sino también para soñar con un futuro más hermoso, con crecer, con tener un trabajo lucrativo, un hogar… Definitivamente uno de los mejores momentos, sin contar de lo bien que se pasaba mientras compartimos con nuestros pequeños amigos, la diversión siempre estaba a la orden del día.
Y ni que decir de la adolescencia, un instante maravilloso en donde la escuela no es lo más importante sino que pasa a segundo plano, se opaca por los amigos, las fiestas, las salidas… Nuestra existencia se torna mucho más interesante y todo en pro de disfrutar pero también de tener en pie nuestros sueños, sueños que día a día han de construirse.
Finalmente, nuestra vida termina resumiéndose en un trabajo estable, en el amor de nuestra vida, en un hogar: Rodeados de hijos, de mascotas de una bonita pradera como jardín; realmente la vida es hermosa. No es fácil, es compleja pero si sabes a que viniste al mundo debes saber que la vida tiene magia y solo de ti depende hacerla brillar o esperar que ella misma te pueda opacar.
