«Desde niña me acompaña como si fuese parte de mi vida, tal vez no recuerdo con exactitud de que manera lo conocí, pero se que fue maravilloso, pues desde ese momento jamás volví a ser la personita que era antes, después de ese día mi vida cambio de manera inexplicable.
Crecimos juntos, reímos juntos, lloramos juntos y peleamos también juntos, pero por ningún motivo nos alejamos y eso fue lo mejor. Éramos algo así como el uno para el otro, nos conocíamos tanto como para saber que el destino nos había cruzado en el mismo camino.
Y sí, era mi amigo, mi amigo imaginario, ese que de día y de noche me acompañaba, no solo hacer travesuras sino también a luchar por mis sueños, ese amigo que se paraba junto a mi frente al espejo para recordarme que soy una mujer muy valiosa y hermosa que no puede quedarse en la vida mirando las escaleras, sino que debe hacer esfuerzo a diario por subir cada escalón, recordar esto me llena de emoción».
Así transcurrían los días con mi amigo imaginario, y no porque no tuviese amigos de verdad, sino porque él, al ser creado a mi semejanza me entendía más que nadie en el mundo, por ello lo amaba con todo el corazón, con ternura, con pureza, como nadie más podría amar a un casi hermano que había nacido de mi imaginación.
Según mi madre yo estaba loca, mi papá en cambio solo se burlaba de mí cada vez que me escuchaba hablarle o sonreirle a la pared según lo que él sospechaba pero según los expertos yo simplemente estaba haciendo terapia conmigo mismo, una gran terapia para conocerme, para enfrentar mis miedos y así poder afrontar la realidad.
Tengo 23 años, y mi amigo imaginario se ha ido pero me ha dejado la fortaleza de ver al mundo desde otra perspectiva, desde la que puedo opinar pues desde muy niña aprendí a compartir mis sueños y mi vida con alguien más… Recuerda que si a ti también te pasó no es nada del otro mundo, por el contrario es lo más normal que te ha podido pasar en la vida pues de esta manera estabas aprendiendo a conocerte y a quererte a ti misma.