Luchando a diario por verme cada vez más guapa, más estilizada y atractiva frente a los demás me encuentro con que el físico no lo es todo, sin embargo no puedo dejar de ver mi cuerpo como mi meta, mi sueño y mi gran anhelo sin imaginar que la verdadera súper mujer es la que está detrás de ello. Fingiendo ser feliz subo a mi cuarto y me tomo una selfie alardeando de mi sonrisa, la cargo a las redes sociales y en menos de 10 minutos obtengo los me gusta deseados, sin embargo me miro en el espejo y encuentro que la felicidad se ha ido, y lo peor es que no se para donde.
Busco entre mis recuerdos y solo encuentro parte de mi pasado desperdiciado, mientras mi presente se sigue desmoronando, así que sin más ni más yo tomo la decisión de rescatarme de volver a vivir mi vida y ser feliz con lo que me rodea; sin importar si soy una mujer gorda o flaca, alta o no, me atrevo a sonreírle no solo a la cámara sino a mi día a día, agradeciendo al mundo por darme la oportunidad de hacer parte activa de él, por entregarme un trabajo, por darme una familia y en general por todas las bendiciones que me entrega.
Despertar a diario para cumplir con mi agenda no es fácil, seguir durmiendo sería una mejor opción para esta hermosa mujer pero no puedo hacerlo, rendirme no hace parte de mi vocabulario, por el contrario la única palabra que logro adecuar a mi léxico es «luchar», y no por dinero, o por satisfacción sino por la alegría de hacer todos los días lo que me apasiona, porque la vida es solo mía y si yo no tomo la decisión de vivirla, difícilmente otros lo hagan por mi.
Y si, así fue como me di cuenta de que lo que soy, una súper mujer, que sin necesidad de tener cualidades sobrenaturales posee un empleo, cuenta con una familia y sobretodo es feliz, muy feliz. Así soy yo.