No es el dinero, ni las joyas, tampoco los lujos ni lo material, encontrarle sentido a la vida va mucho más allá de eso, es comprender que no se nace siempre con estrella pero aun así tenemos la oportunidad de no estrellarnos, es saber que la vida se compone de sonrisas y lágrimas y sin importar lo anterior vale la pena.
La vida es realmente hermosa y de nosotros depende hallarle su verdadero sentido, no es el amor, tampoco una casa, ni mucho menos un auto lo que hace el día a día agradable, por el contrario, somos nosotras mismas frente al espejo las que le damos valor a la realidad, las que frente a nuestro propio reflejo encontramos la alegría, la capacidad de ser mejores, la integridad, la paz, la armonía necesaria para estar en paz y sobretodo saber que la vida tiene sentido.
Despertar a diario con ganas de comernos al mundo, con anhelos de seguir soñando y porque no de crecer en todos los ámbitos posibles es una buena forma de empezar a encontrar sentido y así de forjar nuestro destino que bien o mal solo se construye dependiendo de los actos que realizamos, pues es de esta manera que se reflejan las verdaderas virtudes y se encuentra la clave del orgullo, del sentido y por supuesto de la felicidad.
Independientemente de la religión que profesemos, la iglesia a la que vayamos o las creencias que tengamos es bueno dar gracias al cielo por los favores recibidos e invocar la realización de los sueños en el nombre de la vida, de esta manera su sentido se recobrará y las buenas acciones prevalecerán dentro de cada cosa que esperemos que se realice, ya que solo se le encuentra sentido a lo que se hace con amor y con pasión, de lo contrario sería muy difícil que valiera la pena.
La vida es un vaivén, pero de nosotras depende si dejamos que se vaya por el bien o se devuelva a lo que no apreciamos tanto; las oportunidades llegan una sola vez y solo depende de nosotras que lo hagamos bien.