Desde niña he querido verme como una princesa, pero mis padres se han encargado de enseñarme que no lo soy, que la vida no es fácil y que no puedo andar alardeando de belleza si no tengo inteligencia…
Es duro, es duro que cuando eres niña otros te digan que no sueñes tanto, que quizá nunca lo vas a lograr… Pero sucede, sucede cuando menos lo esperas la mujer que más te ama te aterriza al mundo, y no está mal, es solo que a veces hace falta que otros confíen en ti para que puedas darte cuenta del gran potencial que tienes,pero igual no la juzgo, ella lo hacía por mi bien, porque quería que yo aprendiera a vivir de realidades y no de fantasías, y está bien, aunque depronto un poco cruel para una niña de 6 años.
Crecí frente al espejo, repitiéndome cada mañana que era hermosa, que era fuerte, que a diario podría ser mejor, sin embargo aprendí a hacerlo sólo cuando me encontraba aislada del mundo, pues tenía miedo de no ser lo que otros querían y que por ello me hicieran a un lado…
Han pasado ya muchos años desde que sucedió esto, y aún lo recuerdo… A veces con lágrimas en los ojos y en otras ocasiones con fortaleza en el alma pues ha medida de que fui creciendo fui entendiendo que lo importante de los sueños no es que otros te apoyen, sino que otros te aterricen y aún así tú sigas creyendo en ti misma.
Ser yo a través del espejo me enseñó a creer en mi a pesar de que mis padres sin darse cuenta me daban a entender que ellos no creían en mi, entendí que la felicidad no me la dan los que me rodean, sino que me la doy yo misma, comprendí que a esta vida no vine a ser perfecta, sólo vine a disfrutar, a reír, a saltar, a gritar, a ser tan feliz como pueda sin importar el que dirán.
Hoy agradezco a mamá y papá por hacer de mi la mujer que soy, fuerte de mente y amiga del espejo que sin darse cuenta se enteró del gran valor de su propio reflejo, de la felicidad a través del amor y sobretodo de que la mayor franqueza está en que logres soñar con los pies firmes en el suelo».
Anónimo.