Últimamente me despierto muy temprano, ni siquiera le doy tiempo a mi alarma de que me levante pues mi reloj biológico ya ha hecho la tarea… Me pongo en frente del espejo y noto que ya no soy la misma de antes, tengo un par de gorditos molestos que sobresalen por el pantalón de la pijama, unas grandes ojeras que ocultan el brillo de mis ojos, me han salido nuevamente granitos en el rostro a causa de la llegada de mis días y la verdad siento que todo va a empeorar, no soporto verme tan fea en esta mañana; me juzgo como si fuera mi propia enemiga.
Tengo que salir temprano a realizar mis labores, me voy a la ducha, alisto lo que me voy a poner y siento que ni siquiera el uniforme me entra bien, de nuevo estoy molesta conmigo mismo, echándole la culpa a los dulces que me he comido, pensando en que nadie a de quererme por como me veo… Y lo peor es que tengo razón.
Pero, de hecho la gente no me quiere no precisamente por como me veo, sino por como me siento, pues todos a mi alrededor sienten la energía de mi cuerpo y de mi alma y saben que estoy inconforme conmigo misma, lo que los hace jueces de mi vida y de mi apariencia que se sienten con autoridad para juzgar que tanto he engordado o por el contrario que tan enferma estaré para estar tan delgada.
Por estas y muchas otras críticas es que me he dado cuenta de que la única persona que tiene la culpa de que esto suceda soy yo misma, y no precisamente porque no haga con juicio la dieta, o porque no estoy a la moda, sino por no creer ni quererme tal cual soy y como me veo frente al espejo. Soy hermosa independientemente de las apariencias, la vida no puede ser un estereotipo que busque perfección donde no la hay.
A veces nos damos tan duro en la vida que nos olvidamos de felicitarnos por los logros, de alegrarnos con la vida y desperdiciamos el día queriendo ser lo que no somos. Todo lo que me rodea es una bendición, pero mientras no lo entienda ni lo valore no caeré en la cuenta de que mi peor enemiga… ¡Soy yo!