Desde el primer momento en que el ser humano descubrió lo que podía hacer para incrementar el uso de la tecnología en las demás personas, ha sido un poco tedioso el hecho de encontrar una «cura» a esta adicción llamada Internet, pues ha sido a partir del siglo XXI cuando con la llegada de la sofisticación de los celulares, las redes sociales y hasta los robots multitareas, nos hemos convertido en personal desechable que se ha dejado manipular por un aparato electrónico.
Es increíble como somos tan tontos, desde la edad de 3 años le damos a nuestros hijos las facilidades para adquirir un celular y peor aún, ponemos como hobby esto: los juegos, las llamadas, el verdadero uso de la red pasa a segundo plano cuando irresponsablemente ponemos a su alcance algo que a decir verdad, ni siquiera nosotros mismos estamos manejando.
Se justifica el uso de todos estos aparatos mientras estamos fuera de casa, pues como excusa principal tenemos que nuestro trabajo demanda estar la mayor cantidad de tiempo posible interconectado; sin embargo de ser así, lo correcto sería que al llegar a casa, al seno del hogar donde mamá y papá nos esperan, donde nuestro chico o nuestros pequeños nos anhelan ver regresar, dejáramos por lo menos el celular a un lado, de esta manera no solo estaríamos liberando las grandes cantidades de energía que emana un aparato de estos, sino que además le estamos dando cabida a nuestras prioridades, como podría serlo salir a comer en familia, dialogar sobre el día a día o simplemente descansar.
En realidad, todos los vicios son malos pues a su manera nos envuelven en una ola de dependencia que cuando nos damos cuenta no podemos esquivar, por ello es necesario comprender que la vida es diferente y no puede estar ligada a la tecnología, no siempre debemos rodearnos de un computador, una tablet o un televisor; hay que darse tiempo de volver a lo de antes, a las llamadas, al chat por papelitos, pero sobretodo al respeto, pues ahora vale más estar en la red que compartir con los que más amamos.