Muchas veces imaginaba cual sería el momento perfecto para ser mamá, argumentaba que debía ser pronto porque no quería ser una «mamá vieja», por lo tanto según mis planes mi primer hijo vendría al mundo cuando yo cumpliera 22 años… Sin embargo la vida no siempre tiene los mismos planes que nosotros y se ha encargado de mostrarme las muchas alternativas que tengo y las experiencias que me faltan por vivir antes de traer un pequeñín al mundo, pues aunque ya hace un par de añitos pasé la edad perfecta -según mis cálculos-, estoy segura de que por el momento no quiero tener bebés.
Lo tengo todo claro, la economía está pesada, el medio ambiente destruido y las relaciones cada día más inestables, así que no me veo en casa detrás de un niño, pendiente de que no coja las porcelanas o disgustada porque no quiere comer, definitivamente ese no es el papel que estoy buscando para mi vida; ha de ser lindo, lo acepto… Pero esa tarea prefiero dejársela a otras, a otras que si sepas del hogar, de atender un esposo, de cambiar pañales y curar enfermedades, porque por el momento por mi mente ni siquiera se pasa el hecho de aprender.
Y bien, si de por si mi vida ya es complicada no me imagino teniendo un chiquitín a cargo; no sé como preparar un tetero o como apaciguar un llanto, tal vez nadie me entregó ese don y por eso pienso que de formar un hogar sería un gran fracaso… Fracaso porque odio despertarme temprano, porque duro horas tratando de escoger que ropa me voy a poner, porque no sé como preparar un desayuno y porque definitivamente el desorden es mi mejor cualidad.
No deseo ser mamá y no porque sea egoísta, por el contrario, le digo ¡NO! a la maternidad porque soy realista, porque no quiero cargar 9 meses a un pequeño que deba nacer en una sociedad tan corrupta y contaminada, no quiero tener que explicarle porqué existe la pobreza y el desempleo, no quiero un hijo que crezca y quiera salir a fiestas mientras me arranco las uñas de pensar que algo le pueda pasar… No quiero que nadie me llame mamá, pues esa palabra es demasiado para mi y aún no soy lo suficientemente responsable para merecer tan alta distinción.